El gobierno de la Renovación hace gala de ejercer la “gobernabilidad” —en defensa del “misionerismo”— al votar, sus senadores y diputados, todos los planteos políticos de Cambiemos.
Tempranamente, y antes de que se conozcan las reformas tributarias, laboral e impositiva, Passalacqua había firmado pactos como los de responsabilidad fiscal con el resto de los gobernadores opositores peronistas K y no K. Estas medidas -las reformas - se votan y ejecutan bajo los supuestos de mejoras en la economía y en el empleo, como consecuencia lógica. Debemos preguntarnos: ¿éstas medidas realmente harán arrancar la economía del país y de la provincia? ¿Qué consecuencias tendrán para los trabajadores y jubilados de Misiones y del país?
Si pensamos en el repunte de la economía podríamos decir que desde 2016 a la fecha todas las políticas implementadas han sido un fracaso estrepitoso. Medidas impulsadas por Cambiemos y apoyadas por la Renovación como el fin de los cepos al dólar, el arreglo con los buitres, la eliminación o reducción de las retenciones que engordó la billetera de los contrabandistas mayores no lograron que arranque la economía. Lo que si se logró, fue el desarrollo de una bicicleta financiera para premiar el cambio de dólares a pesos, con una tasa de ganancia que hoy es del 11% en billete norteamericano. Si los préstamos internacionales se hacen a tasa 0 o a tasas negativas se ve cual es la razón por la cual fluye capitales desde el exterior al país.
De este flujo menos de un 20% va a inversiones “productivas” y según la consultora Economía y Regiones “...desde enero de 2016 y en números redondos, más del 90% de los dólares que ingresan por cuenta capital y financiera son deuda y menos del 10% es IED. De esos dólares que entran, una mitad financia el déficit de cuenta corriente y la otra mitad, la formación de activos externos del sector privado”. (Clarín 29/10/17). Esta “política económica” hace que el funcionamiento del gobierno dependa casi exclusivamente del flujo de capitales, lo que llevó al ex presidente Eduardo Duhalde a declarar que el gobierno es rehén de un default externo y a recomendar al presidente buscar un sucesor.
De acuerdo a lo publicado por la Revista Apertura, el Centro de Estudios de la Nueva Economía de la Universidad de Belgrano afirma que una quinta parte de todo el dinero que genera el país (20% del PBI alrededor de U$S 100 mil millones), es la suma que debería ser invertida anualmente en la Argentina para que el país pueda crecer sostenidamente y para llegar a una tasa del 7 %, la afirmación está hecha en base a lo que muestra la experiencia de los países emergentes, un coeficiente de inversión del 25 % del PBI. Un horizonte lejano, ya que de acuerdo al centro de estudios mencionado las inversiones en Argentina son solo del 15% del PBI lo que es considerado un “guarismo sumamente bajo”. El mismo medio se pregunta por qué no se invierte y responde “porque una parte significativa del ahorro interno se realiza en divisas y se guardan en el colchón o se giran al exterior, no canalizándose hacia la inversión”
Naturalmente los que fugan capitales son los protagonistas de Panama Papers y asociados, llevando esta fuga de enero a octubre de este año a 17.480 millones de dólares, es decir a un promedio de 1.748 millones de dólares por mes (Bae Negocios 22/11/17).
Por otro lado, el gasto del Estado no baja, por la simple razón de que el dinero que antes se llevaban las empresas subsidiadas ahora es destinado a pagar los intereses que genera la bicicleta financiera de Cambiemos, Passalacqua y todos los gobernadores; eso si los subsidios a las empresas ahora son cubiertos por tarifazos que impulsan la inflación y dificultan la inversión.
Esta burbuja de la cual depende el funcionamiento del Estado puede estallar de dos formas: una que la FED – una suerte de Banco Central de EEUU- levante las tasas de interés y el flujo se revierta y la otra, por reventón de la gran burbuja financiera, algo que parece estar empezando a ocurrir con la caída del Nasdaq y las tecnológicas. Este cuadro inestable llevó a la calificadora de riesgo Standard and Poor's a situar a la Argentina como una de las cinco economías emergentes más frágiles del mundo.
Como se ve, la Renovación y Cambiemos junto a todos los gobernadores no tienen ningún plan económico, el funcionamiento del Estado depende del flujo de capitales, la bicicleta financiera impide la inversión por las altísimas tasas de ganancias sin riesgo que ofrece el Estado. El empresariado sigue fugando capitales, liquidando el ahorro y el esfuerzo de los argentinos sin poner un cobre en impuestos. El gobierno de Cambiemos gana tiempo mediante su política de endeudamiento, pero seguir endeudando al país ya no es viable, por lo que en última instancia y más temprano que tarde, Argentina ingresará en una nueva crisis de deuda.
De ahí que el gobierno este desesperado por bajar el déficit, transfiriendo la crisis al conjunto de los asalariados. Las medidas como la reforma laboral, previsional e impositiva solo aumentarán la tasa de ganancias del empresariado sin resolver los problemas de la economía. La declaración de default y la fuga masiva de capitales hará tambalear bancos y asistiremos a una nueva versión del 2001, con corralitos, hiperinflación como consecuencias de este “plan económico”. Este cuadro implica un agravamiento de las condiciones de vida de los trabajadores ocupados y desocupados.
A este camino sin salida es que las burocracias sindicales han atado su carro y pretenden llevarnos a todos los trabajadores. De acá se desprende una de las primeras tareas que debemos encarar: desalojar a la burocracia parásita de los sindicatos.
El único camino para superar este fracaso inevitable y esta intentona para transferirnos la crisis son las asambleas en los lugares de trabajo en donde votemos un plan de lucha por el aumento de salarios y jubilaciones, para combatir los tarifazos y recuperar los gremios.
Finalmente queda como trabajo la reconstrucción de un país que deberá empezar por la apertura de los libros del Estado, el desconocimiento de la deuda externa, la nacionalización de la banca y el comercio exterior para frenar la fuga de capitales, concentrar el ahorro nacional en un plan de inversión pública que liquide la desocupación y eleve el salario a nivel de la canasta familiar como primera medida del gobierno de los trabajadores.
Tempranamente, y antes de que se conozcan las reformas tributarias, laboral e impositiva, Passalacqua había firmado pactos como los de responsabilidad fiscal con el resto de los gobernadores opositores peronistas K y no K. Estas medidas -las reformas - se votan y ejecutan bajo los supuestos de mejoras en la economía y en el empleo, como consecuencia lógica. Debemos preguntarnos: ¿éstas medidas realmente harán arrancar la economía del país y de la provincia? ¿Qué consecuencias tendrán para los trabajadores y jubilados de Misiones y del país?
Si pensamos en el repunte de la economía podríamos decir que desde 2016 a la fecha todas las políticas implementadas han sido un fracaso estrepitoso. Medidas impulsadas por Cambiemos y apoyadas por la Renovación como el fin de los cepos al dólar, el arreglo con los buitres, la eliminación o reducción de las retenciones que engordó la billetera de los contrabandistas mayores no lograron que arranque la economía. Lo que si se logró, fue el desarrollo de una bicicleta financiera para premiar el cambio de dólares a pesos, con una tasa de ganancia que hoy es del 11% en billete norteamericano. Si los préstamos internacionales se hacen a tasa 0 o a tasas negativas se ve cual es la razón por la cual fluye capitales desde el exterior al país.
De este flujo menos de un 20% va a inversiones “productivas” y según la consultora Economía y Regiones “...desde enero de 2016 y en números redondos, más del 90% de los dólares que ingresan por cuenta capital y financiera son deuda y menos del 10% es IED. De esos dólares que entran, una mitad financia el déficit de cuenta corriente y la otra mitad, la formación de activos externos del sector privado”. (Clarín 29/10/17). Esta “política económica” hace que el funcionamiento del gobierno dependa casi exclusivamente del flujo de capitales, lo que llevó al ex presidente Eduardo Duhalde a declarar que el gobierno es rehén de un default externo y a recomendar al presidente buscar un sucesor.
De acuerdo a lo publicado por la Revista Apertura, el Centro de Estudios de la Nueva Economía de la Universidad de Belgrano afirma que una quinta parte de todo el dinero que genera el país (20% del PBI alrededor de U$S 100 mil millones), es la suma que debería ser invertida anualmente en la Argentina para que el país pueda crecer sostenidamente y para llegar a una tasa del 7 %, la afirmación está hecha en base a lo que muestra la experiencia de los países emergentes, un coeficiente de inversión del 25 % del PBI. Un horizonte lejano, ya que de acuerdo al centro de estudios mencionado las inversiones en Argentina son solo del 15% del PBI lo que es considerado un “guarismo sumamente bajo”. El mismo medio se pregunta por qué no se invierte y responde “porque una parte significativa del ahorro interno se realiza en divisas y se guardan en el colchón o se giran al exterior, no canalizándose hacia la inversión”
Naturalmente los que fugan capitales son los protagonistas de Panama Papers y asociados, llevando esta fuga de enero a octubre de este año a 17.480 millones de dólares, es decir a un promedio de 1.748 millones de dólares por mes (Bae Negocios 22/11/17).
Por otro lado, el gasto del Estado no baja, por la simple razón de que el dinero que antes se llevaban las empresas subsidiadas ahora es destinado a pagar los intereses que genera la bicicleta financiera de Cambiemos, Passalacqua y todos los gobernadores; eso si los subsidios a las empresas ahora son cubiertos por tarifazos que impulsan la inflación y dificultan la inversión.
Esta burbuja de la cual depende el funcionamiento del Estado puede estallar de dos formas: una que la FED – una suerte de Banco Central de EEUU- levante las tasas de interés y el flujo se revierta y la otra, por reventón de la gran burbuja financiera, algo que parece estar empezando a ocurrir con la caída del Nasdaq y las tecnológicas. Este cuadro inestable llevó a la calificadora de riesgo Standard and Poor's a situar a la Argentina como una de las cinco economías emergentes más frágiles del mundo.
Como se ve, la Renovación y Cambiemos junto a todos los gobernadores no tienen ningún plan económico, el funcionamiento del Estado depende del flujo de capitales, la bicicleta financiera impide la inversión por las altísimas tasas de ganancias sin riesgo que ofrece el Estado. El empresariado sigue fugando capitales, liquidando el ahorro y el esfuerzo de los argentinos sin poner un cobre en impuestos. El gobierno de Cambiemos gana tiempo mediante su política de endeudamiento, pero seguir endeudando al país ya no es viable, por lo que en última instancia y más temprano que tarde, Argentina ingresará en una nueva crisis de deuda.
De ahí que el gobierno este desesperado por bajar el déficit, transfiriendo la crisis al conjunto de los asalariados. Las medidas como la reforma laboral, previsional e impositiva solo aumentarán la tasa de ganancias del empresariado sin resolver los problemas de la economía. La declaración de default y la fuga masiva de capitales hará tambalear bancos y asistiremos a una nueva versión del 2001, con corralitos, hiperinflación como consecuencias de este “plan económico”. Este cuadro implica un agravamiento de las condiciones de vida de los trabajadores ocupados y desocupados.
A este camino sin salida es que las burocracias sindicales han atado su carro y pretenden llevarnos a todos los trabajadores. De acá se desprende una de las primeras tareas que debemos encarar: desalojar a la burocracia parásita de los sindicatos.
El único camino para superar este fracaso inevitable y esta intentona para transferirnos la crisis son las asambleas en los lugares de trabajo en donde votemos un plan de lucha por el aumento de salarios y jubilaciones, para combatir los tarifazos y recuperar los gremios.
Finalmente queda como trabajo la reconstrucción de un país que deberá empezar por la apertura de los libros del Estado, el desconocimiento de la deuda externa, la nacionalización de la banca y el comercio exterior para frenar la fuga de capitales, concentrar el ahorro nacional en un plan de inversión pública que liquide la desocupación y eleve el salario a nivel de la canasta familiar como primera medida del gobierno de los trabajadores.
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